Así se forman los mejores profesores del mundo
La primera opción profesional de los finlandeses es la del profesorado. Ser maestro implica gran prestigio y reconocimiento sociales, por lo que la mayoría de sus estudiantes, y los más dotados entre ellos, tratan de acceder a sus escuelas de magisterio, algo que sólo una pequeña parte consigue.
El sistema educativo del país nórdico, que aparece sistemáticamente entre los mejores del mundo en los informes PISA, ha convertido al docente en el núcleo de una apuesta educativa de grandes dimensiones. Finlandia carece de recursos naturales, por lo que la supervivencia económica de la nación depende en gran medida de la cualificación profesional de sus habitantes. Conscientes de la situación, los gobernantes escandinavos decidieron décadas atrás que, para situarse en lo más alto del ranking educativo, no sólo habían de contar con los medios y los métodos adecuados, sino que debían poner al frente a las personas más valiosas. Por eso, asegura Eeva Sippola, agregada del Instituto Cultural Iberoamericano de Finlandia, sólo eligen como futuros docentes a los estudiantes más capacitados: si la educación es lo más importante, tendrán que ser las personas más preparadas las que impartan docencia.
La formación de los maestros es universitaria, tiene categoría de master y trata de formar tanto en contenido como en métodos, preparando a los futuros docentes para que puedan enseñar e instruir, pero también educar. Además, su área de acción se amplía más allá del colegio, toda vez que el constructivismo, el sistema pedagógico en el que se basa el sistema finlandés, aboga por un aprendizaje que no se lleva únicamente a cabo en el interior de las aulas. “Los niños aprenden en el colegio, pero también a través de un montón de experiencias de la vida diaria. Por eso el docente trata, sobre todo, de que el niño aprenda a aprender”. El objetivo último es proporcionar a los niños las herramientas adecuadas para que sepa activar los recursos necesarios para seleccionar y relacionar datos y conceptos, y para que se desenvuelva intelectualmente por sí mismo. En este terreno se ubica también la última novedad pedagógica, el aprendizaje por proyectos, que abarcan asuntos concretos y amplios en los que interactúan asignaturas muy distintas.
La educación básica, que es el campo en el que Finlandia destaca muy especialmente, se presta a través de los 450 municipios en que se divide el país, que están obligados a garantizar la enseñanza para todos los niños en edad escolar residentes en su territorio. Son los colegios los que fijan las acciones educativas concretas, y aunque las asociaciones de padres son escuchadas, señala Sippola, “tienen mucho menos peso que en España. Los profesores son figuras muy respetadas, y por eso los padres no suelen discutir sus decisiones educativas”.
El maestro de primero a sexto de básica ha de poseer una licenciatura que tenga la pedagogía como asignatura principal y que cuente con 300 créditos ECTS. El profesor de séptimo a noveno grado, el de Bachillerato, el de Formación Profesional y el profesor de educación han de ser licenciados que cuenten, además de con una titulación, con 60 créditos conseguidos a través de estudios de pedagogía y prácticas tuteladas.
En Formación Profesional, muy desarrollada en Finlandia (comprende 75 títulos básicos, que se obtienen en tres años y que permiten acceder a la universidad), los profesores se forman en cinco escuelas especiales adjuntas a escuelas superiores profesionales. En ellas han de especializarse en estudios de pedagogía y realizar un periodo de práctica docente. El objetivo de la formación es que los estudiantes puedan adquirir herramientas útiles para orientarse en un mercado laboral cambiante.
Una vez que el docente se ha incorporado a su puesto de trabajo ha de proseguir sus estudios por dos vías. La primera es la de la formación continua, cuyas exigencias variarán según los planes fijados por los municipios, que son los encargados de organizar los estudios de extensión. Están obligados, en todo caso, a facilitar tres días retribuidos al año para la capacitación complementaria de los docentes. También el Estado promueve la formación adicional a través de estudios en los que participan anualmente 22.000 profesores (la quinta parte de los existentes en el país) y que tienen como objetivo, además de elevar la competencia profesional, promover la participación de los docentes en la implementación de las reformas educativas que se vayan produciendo.
El segundo camino es el de la investigación, ya que los docentes han de actualizar sus conocimientos pero también tienen que hacer avanzar sus áreas de competencia. Como señala Sippola, los profesores deben ser buenos enseñando, pero también tienen que investigar acerca de su práctica profesional, evaluándola y mejorándola. Este modelo, que lleva implantado desde los años 70, es el que ha llevado a Finlandia a convertirse en una referencia educativa a nivel mundial.