Columnista, BBC Future
Si alguna vez lo pillaron leyendo con poca luz o con una linterna bajo las cobijas cuando ya tenía que estar dormido, probablemente le dijeron que forzar sus ojos le dañaría la vista. O quizás oyó decir que era fácil saber cuáles eran los niños estudiosos en el colegio pues los que se la pasaban con las narices en un libro tenían que usar anteojos.
Pero si consulta la web, descubrirá que aparentemente es un mito.
¿Fin de la historia? No precisamente.
Cuando uno explora un poco más y revisa la evidencia científica, el cuento es más complejo.
Empecemos por lo básico
Quien sufre de miopía puede ver bien lo que está cerca pero lo que está lejos, como el número de un bus o un menú de un restaurante en un tablero, se ve borroso. Usar gafas o lentes de contacto resuelve el problema, pero no responde la pregunta de por qué hay quienes se vuelven miopes en la infancia y otros no.
Nuestros ojos están ingeniosamente diseñados para ajustarse a diferentes niveles de luz. Si uno está tratando de leer en la penumbra, las pupilas se dilatan para dejar entrar más luz por las lentes a nuestras retinas. Las células de la retina, llamadas conos y bastones, usan esa luz para pasarle información al cerebro sobre lo que se puede ver.
Si uno está en un cuarto oscuro por ejemplo, ese proceso permite que uno se vaya acostumbrando gradualmente a lo que inicialmente parece oscuridad absoluta. Y al prender la luz uno se encandila, hasta que las pupilas se reajustan.
Lo mismo pasa si uno se esfuerza para leer un libro con luz baja o cuando uno mira algo de cerca, como un bordado: el ojo se ajusta, los músculos alargan el área conocida como la cámara vítrea, la parte gelatinosa del glóbulo ocular que se encuentra entre la lente y la retina.
Líneas borrosas
Desafortunadamente, no hay estudios que hayan examinado los efectos a largo plazo de leer en la oscuridad. Así que hay que consultar los estudios sobre factores diferentes y tratar de darle sentido a la información.
La mayor parte de la investigación y el debate sobre la miopía se concentra en los efectos de mirar cosas de cerca -lo que los investigadores llaman trabajo cercano-, en vez de las consecuencias de leer con mala luz.
Un estudio británico de 2011, por ejemplo, encontró que el trabajo cercano puede influir en el inicio de la miopía en adultos pero su efecto es mínimo comparado con factores como el peso al nacer y si las madres fumaron durante el embarazo.
Hay regiones en el mundo con una alta prevalencia de miopía, como el este y sureste de Asia donde entre el 80% y 90% de los alumnos que terminan el colegio sufren de miopía, lo que lleva a los investigadores a preguntarse si las largas horas que los niños pasan estudiando podrían ser la causa del problema.
Sin embargo, cualquier diferencia geográfica en la incidencia de miopía puede reflejar más bien diferencias genéticas, y hay evidencia abundante de que los genes son un factor clave en términos de miopía. Si ambos padres la sufren, hay un 40% de probabilidad de que el hijo también. Si tienen buena visión, el riesgo cae a apenas un 10%.
La manera clásica de estimar cuánto contribuyen los genes a una afección o enfermedad es comparando mellizos y gemelos. Un estudio llevado a cabo en Reino Unido demostró que el 86% de los resultados de las mediciones en exámenes de los ojos pueden explicarse por factores genéticos.
Pero, como señalan los autores, eso no significa que se pueda ignorar el efecto del entorno. Se puede argumentar por ejemplo que padres estudiosos alientan a sus hijos a ser iguales, así que todos terminan necesitando gafas. Eso haría que la asociación genética pareciera más sólida de lo que realmente es.
O quizás algunos chicos heredan una susceptibilidad a problemas oculares, que luego se activa con el esfuerzo que hacen con los ojos cuando son jóvenes.
Donald Mutti y sus colegas en Estados Unidos trataron de aclarar eso en un estudio hecho en California, Texas y Alabama. No encontraron evidencia de una susceptibilidad genética y notaron que los hijos de miopes no pasaban más tiempo leyendo que otros chicos. La herencia, insistieron los autores, era el factor más fuerte.
Un alivio luminoso
No obstante, considerando de nuevo los posibles efectos del entorno, hay un conjunto de estudios intrigantes que han explorado el efecto de la brillante luz del día.
Es posible que no sea tan importante el tiempo que se pasa frunciendo los ojos con un libro como el que se pasa frunciéndolos bajo el sol.
El estudio de miopía de Sídney les hizo seguimiento a 1.700 chicos de 6 y 12 años de edad que vivían en Australia y encontró que entre más tiempo pasaran jugando afuera, menos probable era que se volvieran miopes.
Una revisión sistemática de estudios que incluyó los de Australia y Estados Unidos encontró un efecto generalizado protector de pasar tiempo afuera, particularmente para las poblaciones de Asia oriental.
¿Por qué ayuda la luz del día?
Solía pensarse que hacer deportes le enseñaba a los niños a enfocarse en objetos distantes pero en este estudio no importaba qué estaban haciendo con tal de que los iluminara la luz natural. Eso parecía proteger los ojos de algunos niños de las horas que pasaban leyendo o estudiando.
Los autores creen que el beneficio de estar a la intemperie es el efecto que tiene la luz del día en la profundidad de campo y la habilidad de enfocar la vista claramente. Incluso sugieren que una exposición superior de lo normal a la luz del día podría estimular la producción de dopamina, lo que podría tener un efecto en el crecimiento del ojo. Esa hipótesis no ha sido puesta a prueba pero si se demostrara podría explicar la baja incidencia de miopía en Australia.
Cuando se oculta el Sol
Con tal variedad de estudios, ¿qué se puede concluir?
La genética sin duda alguna tiene un impacto importante en la tasa de miopía, pero la evidencia sugiere que los factores ambientales también juegan un rol que no se puede desestimar todavía. Después de todo, no importa cuán pequeño sea el efecto que tenga, es más fácil cambiar el entorno que los genes.
Lo mejor que podemos decir en este momento es que jugar afuera parece ser beneficioso para los ojos y que quizás los niños pequeños deben estudiar con buena luz para evitar forzar los ojos.
En lo que se refiere a los adultos, todos los estudios fueron hechos con niños, cuyos ojos todavía se estaban desarrollando, así que si quiere seguir leyendo bajo las cobijas con una linterna, probablemente no le causará problemas.
Claro que ahora que usted es lo suficientemente grande para decidir a qué hora se va a dormir, posiblemente no necesitará hacerlo.
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